Hace poco tomé una clase de meditación zen, sin saber mucho sobre esta rama específica de la práctica de la meditación.
Se explicó que con esta práctica no hay meta. El objetivo es simplemente ser.
Estar en el momento presente.
Ser testigo del momento presente.
No hay ningún fallo ni ninguna forma de ser malo en meditación. Es importante recordar que debemos ser amables y compasivos con nosotros mismos cuando nuestra mente divague y simplemente devolverla a nuestra respiración.
Este programa de 7 semanas es una exploración encarnada, de las facetas de lo femenino, a través de la lente de la sexualidad.
He asistido a muchas clases de yoga y meditaciones. Siempre hablamos de volver a la respiración. Sin embargo, nunca me lo habían explicado tan bien como en esta clase de meditación zen.
Observe su respiración. Observa la temperatura del aire cuando entra por las fosas nasales y llega a los pulmones. La expansión de tu pecho cuando el aire llena tus pulmones, la inflación de tu estómago, la elevación de tus hombros. Los pequeños movimientos del cuerpo al entrar y salir el aire. Cómo se relajan los hombros y los músculos se acomodan en la espalda.
Observar estos movimientos minuciosos, cada aspecto de ellos, mientras los sonidos circundantes te bañan como una ola, me hizo entrar de lleno en el momento presente.
Sólo dentro de mí, en el presente, dando testimonio de la vida, tal como era en ese momento.
Es tan sencillo, pero ese momento para mí fue tan profundo que lo comprendí visceralmente de una forma que nunca antes había sentido.
Ahora trato de practicar esto mientras camino y sigo con mi día, notando mi cuerpo, los pequeños momentos e interacciones que ocurren a mi alrededor, apreciando cada uno de ellos en ese momento mientras pasan.
Conciencia presente.